Un pensamiento más

El instrumento de la vida es escueto… es un transito que nos ilumina invariable y a veces imperceptible. Nos empuja a sentir, soñar… y sobre todo a amar. Un amor apasionado, sincero y verdadero. Sin obligaciones, sin adueñarnos de nada ni de nadie, tan solo compartiendo cada pequeña descarga de nuestro corazón. Tan solo necesitamos mirar profundamente al interior del alma de todo cuanto nos rodea para poder entreabrir nuestros labios y dejar escapar una sonrisa. Si abrazas cada momento como si fuese el más importante de tu vida, siendo consciente de que es único e irrepetible nunca perderás la alegría que, cuando se dibuja en tu cara, te hace maravillosamente única. Es cuando olvidamos todo esto cuando dejamos de ser humanos y nos convertimos en meras sombras de lo que tendríamos que ser. No somos ni luz ni oscuridad, tenemos el don de estar por encima de ese arcaico pensamiento vestigio de las antiguas guerras entre el bien y el mal. Tenemos el don de no haber sido y no necesitar llegar a ser… simplemente sentirnos, sin necesidad de ser. Estamos en continuo movimiento y jamás hemos tenido la necesidad de aferrarnos a nada para avanzar. Esa necesidad viene dada del miedo a la velocidad del avance y al querer aferrarnos al ego que nos hace sentir que yo fui. Es sabido por todos que el universo es una canción mental producto del sueño de un niño que tararea entre dientes una linda melodía… la melodía más bella del mundo, la que se crea en su mente cuando se siente arropado entre los brazos de su madre. En un sueño no hay esperanza ni necesidad de ser… la esperanza es un anhelo de querer sentir o de querer ser. Ese niño que sueña entre risas, flotando en la melodía más bonita del mundo representa simplemente felicidad… sin necesidad de ser.

Orugasordomuda.